Las almas que han alcanzado el grado de amor que Jesús quiere de ellas, son dueñas de su corazón: no le rehúsan nada… ¿y no valdría la pena sufrir cualquier cosa para alcanzar esto?
Dios no debe tener en ninguna parte el segundo lugar.
Nuestro único móvil debe ser el amor a Dios, así no desfallecerá nunca nuestro amor al prójimo.