La acción de Dios se prolonga en el alma cuando ésta corresponde, se somete y se adapta.
Cada cual debe sacar provecho de lo que Dios le ha dado.
El estado interior de las facultades modifica los actos exteriores.
Dios quiere que recobremos a punta de esfuerzo personal, aquello que Él nos dio gratuitamente al principio.
Debemos llegar a lograr que no haya divergencia entre la gracia y nuestra manera de ser.