El mejor camino para la humildad es el fracaso humano, es más seguro para esta vida. Yo le tengo miedo al éxito.
Tengo gusto de sufrir o mejor dicho de recibir alguna humillación de parte de las criaturas que quizás me valga una mirada compasiva de los ojos divinos.
La humildad es muy necesaria. Cuando veamos que alguna cae en algo, digamos: estoy expuesta a caer en lo mismo, tengamos el santo temor de Dios.
Si me humillan, yo me humillo más y si es muy alta la ola que se levanta en mi corazón y no puedo saltarla, paso por debajo. Si el arma que el demonio habría empleado para atacarnos la empleamos para ir a Dios, y si hacemos escalera de lo que é1 ponía como el obstáculo, hemos triunfado.
Quisiera encontrar una escopetita para matar al «yo», y me parece que he encontrado tres: rincón, silencio y olvido. No que yo me olvide de las cosas, sino que todos se olviden de mí, y eso abrazarlo con gusto y no huir.